Tatiana Zentsova , pintora y arquitecta
LA ARTISTA QUE VINO DE SIBERIA
En síntesis, la biografía de Tatiana Zentsova señala que nace en 1968 en Rusia. Pasa sus primeros años en Siberia. Allí empieza a pintar. Después se traslada a Ucrania para seguir sus estudios de arte y se titula de arquitecta. Desde 1994 vive en Chile, donde se dedica a la pintura, a la arquitectura, diseño e ilustraciones, utilizando técnicas de acuarela, óleo y mixta (antigua técnica de combinación de óleo con témpera de huevo, la misma que usaba Rubens); dibuja a lápiz carbón y tinta china. Actualmente vive en Olmué. Sin embargo, su historia y su obra no se pueden resumir tan fácilmente, pues en ellas se mezclan recuerdos de los paisajes de su tierra natal, su temprana formación artística en la ex Unión Soviética, el amor por Valparaíso, su pasión por el arte clásico y la arquitectura patrimonial, así como la inspiración en unicornios y mujeres pájaro de parte de su trabajo más reciente.
Zentsova llegó a nuestro país tras la caída de la U.R.S.S. junto a su entonces marido, un arquitecto chileno y compañero de universidad en Ucrania. Venía embarazada de su tercer hijo y recuerda que casi al segundo día de estar en Chile conoció Valparaíso: “Fuimos a pasear acá y quedé impresionada con esta ciudad. Me pareció imposible encajarla en cualquier esquema, porque es única y particular. Al principio me pareció invivible, sin vegetación, con las casas a punto de caerse y las calles tan estrechas. Pero seguí viniendo y me fui enamorando de Valparaíso, así que terminé viviendo ahí. Ahora estoy hace dos años en Olmué, pero quiero volver. Valoro la personalidad y la individualidad de Valparaíso. Su carácter y lo imprevisto de su geografía”.
DE RUSIA CON AMOR
De su Siberia natal la pintora tiene los mejores recuerdos: “Es uno de los lugares más lindos en los que he vivido. El verano es corto, pero es una maravilla, ya que en esos tres meses la vegetación tiene que florecer y dejar frutos, para dormir por nueve meses. La intensidad con que brota todo en ese período tan corto es simplemente una maravilla”.
Hija de un operario de turbinas que también pintaba y tenía afición por la fotografía y de una ingeniera en construcción de una central atómica, Tatiana heredó las inquietudes artísticas de su papá y cuenta que “era muy común en la Unión Soviética que los padres buscaran la vocación de sus hijos desde muy pequeños. Me llevaron de la manito por todo lo que podía existir: ballet, teatro y música. Y me quedé en el arte, estudiando en una escuela artística para niños, que exige mucho tiempo y dedicación”.
Luego de que su familia emigrará a Ucrania, ingresó a estudiar arquitectura como una manera de cumplir la exigencia de sus padres de cursar una carrera ‘seria’: “Recorrí varias universidades hasta encontrar lo que me gusta, que es arquitectura de restauración en la Universidad de Járkov, que tenía muchos más ramos de dibujo y de arte, así como práctica en otras ciudades. Tenía el arte en la cabeza”.
Al llegar a Chile, trabajó como arquitecta de una oficina de urbanismo y después, durante casi 10 años, se dedicó a las presentaciones gráficas e ilustraciones para proyectos inmobiliarios y publicidad. En paralelo, seguía desarrollando su trabajo artístico y participó en varias exposiciones, como una muestra colectiva de acuarela organizada por la Sociedad Nacional de Bellas Artes en el Palacio de La Alhambra. Y en 2008 decidió que había llegado la hora de dedicarse exclusivamente a pintar, siguiendo con temas de paisajes urbanos hasta de a poco ir derivando a otras temáticas.
PRISMA PERSONAL
Viviendo ya en Valparaíso desde 2006, la artista empezó a retratar en acuarelas y óleos la ciudad, pero con una mirada muy propia, casi idílica: “Yo creo que todo lo que uno hace lo pasa por el prisma personal. Quizás mi actitud idealista con el mundo se traspasa a Valparaíso. También creo que uno tiene la opción de decidir qué es lo que quiere ver. Y lo que pinto es lo que quiero ver en Valparaíso, pero también es una sugerencia, porque derrumbo
muchos edificios. Son las ganas de volver a un Valparaíso bonito y por eso intervengo el paisaje. La realidad calza con uno. Si yo quiero que el mundo sea más lindo, tengo que aportar algo para eso. No es una misión que me planteo, sino que me sale inconscientemente y ojalá que el mundo fuera de esa forma”.
Sin embargo, el trabajo de la pintora rusa no se circunscribe solo a los paisajes, sino que también hace botánica, bodegones e ilustración de cuentos infantiles, así como reproducciones de obras clásicas de la pintura universal, una reinterpretación de cuadros del pintor ruso Kazimir Malévich, una serie dedicada a los mitos y leyendas y también ilustraciones de frutas para los locales de la cadena Emporio La Rosa. “Me gusta experimentar dice y creo que voy a seguir pintando cosas que no he pintado jamás temáticamente. Estoy en una búsqueda, porque creo que la vida es eso”.
Respecto a los pedidos por encargo, para agencias de publicidad o particulares, Tatiana explica que “si me entusiasma, lo hago. Hice ilustraciones para un libro de canciones infantiles rusas o para promocionar la vihuela andina, un instrumento musical nuevo. Son cosas bonitas que surgen y me gusta hacerlas. No me promociono, soy bastante quieta y el mundo viene a mí. Yo hago lo mío, el resto surge solo”.
La arquitectura también sigue formando parte de su vida y estuvo al frente de la remodelación de una casa estilo victoriano en Playa Ancha
que se convirtió en el hotel Fortunata Chacana. Allí cada habitación tiene pinturas de diferentes artistas porteños, varias de las cuales pertenecen a Tatiana Zentsova; entre ellas, un retrato de Fortunata Chacana, la bisabuela diaguita del dueño del hotel. Además, las pinturas de la artista se pueden encontrar en la galería Bahía Utópica, de Cerro Alegre.
Hoy Tatiana vive en una casa en Olmué, rodeada de naturaleza y paz, pero tiene la idea de volver a Valparaíso. “Me gusta la conexión con el verde dice y cuando he vivido en lugares donde no había jardín, yo lo armaba dentro de la casa. Busco tranquilidad, porque así uno se conecta. Incluso a veces se me olvida poner música en mi taller. Nunca me aburro conmigo misma”.