TELL MAGAZINE
ENTREVISTAS » CULTURA
Por Francia Fernández P. / Fotografía Mariela Sotomayor
EDICIÓN | Enero 2018
PALETA RUSA
Tatiana Zentsova, pintora y arquitecta
De niña pintaba mundos submarinos, si bien creció en los parajes blancos de Siberia. Estudió arquitectura en Ucrania. Tras el derrumbe de la Unión Soviética arribó a Chile. A los tres días conoció Valparaíso y se enamoró de la ciudad, por su carácter imprevisible y único. Desde entonces la ha pintado con trazos pulcros e idílicos. Radicada actualmente en Olmué, esta artista ha extendido su interés hacia los personajes mitológicos y expuesto sus obras en galerías de la Región de Valparaíso y de Santiago.
Dice que aprendió español leyendo a Neruda. Tatiana Zentsova (49), arquitecta y pintora rusa, llegó a Chile en 1994, tras el derrumbe de la Unión Soviética. Entonces estaba casada con un arquitecto chileno y embarazada de su tercer hijo. Y se sentía muy distinta. “Era otra mentalidad, otra forma de ser. Y yo siempre he sido tímida. Además, no entendía lo que me decían. Iba a comprar carne a la esquina y me hablaban de posta paleta o punta de ganso, y yo decía ‘no, quiero carne vacuna’. Terminé yendo al supermercado”, relata entre risas, hoy acostumbrada a su país postizo e inmersa en su taller de paredes blancas, que acondicionó en la casa de Olmué a la que ella y su segundo marido, el historiador Bernardo Subercaseaux, se mudaron en 2016.
Tatiana dibuja y pinta desde niña. Creció en Siberia, con veranos breves e inviernos rigurosos. A los doce años ingresó a una escuela de artes para niños. “Me encantaba colorear el paisaje marino. Pensé que en un Chile rodeado de agua, me la iba a pasar ahí, pero el mar es muy helado, incluso para una siberiana habituada a cuarenta grados bajo cero, como yo. Acá ‘me salvo’ con las termas. Y en mis viajes hago snorkel, que es como meterme en el mundo que pintaba de chica”.
Hija de un operario de turbinas y fotógrafo aficionado y de una constructora civil de centrales atómicas, que vino a Chile para ayudarle con la crianza de sus niños, Zentsova estudió arquitectura con especialidad en restauración, en Ucrania. Llevaba tres días acá cuando conoció Valparaíso. En 2007, comenzó a pintarlo. Y, al año siguiente, se instaló allí. Desde entonces, ha dedicado numerosas acuarelas a sus calles, fuentes, miradores y plazas.
¿Qué fue lo que te cautivó de la ciudad?
Nunca había visto algo parecido. La arquitectura loca, el movimiento, el transporte (no sé cómo no atropellan a la mitad de las personas). Valparaíso es un lugar con personalidad, muy imprevisible, sin lógica. Uno nunca sabe si se va a topar con una pared o con una quebrada con vista al mar.
Tú pintas un Valparaíso limpio. ¿Es una visión idealizada?
Hay varios factores: mi capacidad de fijarme en lo bueno de las cosas; que realmente existe lo que veo, solo que está cubierto, por ejemplo, con suciedad; que tengo ánimo de tirar cosas, como una torre de departamentos que rompe con la armonía natural del puerto (para qué la voy a pintar). También me interesa conservar la imagen de lo que va desapareciendo: muchas construcciones han cambiado desde que las pinté y no están registradas en ninguna parte. En la Rusia postsoviética, reconstruyeron iglesias, basándose en planos antiguos. Sin ellos, no habría sido posible.
¿Acá hace falta eso?
De algunas casas preciosas, no hay registros. Lo mismo ocurre con los cementerios. Cuando fue el terremoto de 2010, gente que trabaja ahí me contó que caían tumbas completas y hubo quienes se robaban las esculturas. Valparaíso es Patrimonio de la Humanidad, pero falta que los residentes cambien su mentalidad. Yo he visto muros con frases como “La basura es cultura”.
TÉCNICAS Y MITOLOGÍA
Además de acuarela, Tatiana emplea carboncillo, óleo y tinta china en sus obras. Y, últimamente, también témpera de huevo y óleo, que aprendió del pintor Juan Subercaseaux, su cuñado y padre del cantante Pedro Piedra. “Esta técnica renacentista crea ambiente con capas que se traslucen”, explica, mientras enseña Descanso, un cuadro en que posa su madre con un gato.
Como parte del proyecto de difusión turística lagartijas.cl, esta artista, pulcra y meticulosa, diseña láminas y merchandising de sitios como Valle Nevado. Y hace logos y dibujos para libros infantiles, e ilustraciones para Estados Unidos, Perú y Argentina.
Cuando llegó a Chile, vivió en Santiago, donde trabajó un año en una oficina de urbanismo, haciendo presentaciones gráficas de proyectos. Luego fundó su oficina Zentsova Estudio de Arquitectura. En 1996, integró una muestra colectiva del Palacio La Alhambra de la capital. Y, desde 2008, se ha presentado en forma individual en galerías como la Corporación Cultural Las Condes, La Sebastiana o la Sala Viña del Mar, donde, en 2016, expuso su serie Mujeres mitológicas, con personajes como Medusa, La Calchona , la mujer oveja del sur de Chile ,o La sirena eslava con que obtuvo el segundo lugar en el rubro “Mitología nacional” del ART GEOGRAFIA. Forum internacional de las artes 2017, realizado en Moscú.
¿Por qué te interesa la mitología?
Pienso que así como los buscadores de oro revuelven una cantidad enorme de tierra para encontrar granitos de tesoro, la mitología tiene tesoros igual de valiosos. Y creo que existe bastante verdad en esos mitos. Es mi forma de prolongar una tradición.
¿Y tu amor por Valparaíso continúa?
Sí, tiene que ver con su identidad y su carácter… Hace poco estuve en Marruecos y me impresionó que los gatos de allá son hermosos, pero no dejan que la gente se les acerque. En cambio, en Valparaíso, he visto gatos acostados que ni se mueven cuando les hacen cariño. Eso es bonito. Es tolerancia. Quizá la tolerancia hacia al inmigrante que llegó de Europa incluyó a los animales en el mismo bando.